El auge global de movimientos fascistas y populistas de derecha ha dado lugar a múltiples interpretaciones. Las más comunes, y ciertamente necesarias, han venido desde la filosofía política, la historia o la economía. Ya sabemos que hay sectores sociales marginados que, sin encontrar respuestas en la izquierda -cuyas nuevas expresiones parecieran no superar las demandas universitarias- votan por líderes carismáticos que ofrecen soluciones rápidas y sencillas.
Este tipo de análisis, si bien son ciertos y dignos de atención, necesitan complementarse con un factor igual de importante que el ideológico y el histórico-económico: la psicología social. Nuestras posiciones políticas implican juicios morales y procesos cognitivos, y mientras más distantes sean, más propensos son a representar distintos esquemas mentales, incluso previos a los factores políticos contingentes. Estudios al respecto sugieren que la moral conservadora se sostiene en 3 pilares: lealtad grupal (a quienes sean su grupo), respeto a la autoridad y “pureza y santidad” (lo que se hace con la cuerpa). La mentalidad “liberal” o “progresista” (incluyendo algunos sectores de izquierda) se distingue por sostenerse en los pilares de “justicia” y “cuidado” (no hacer daño). Ejemplos: la Iglesia Católica oculta e ignora el daño a víctimas inocentes de sus miembros porque, como institución conservadora, privilegia su unidad interna y el respeto a la autoridad. En un movimiento de izquierda la fragmentación es común porque la “justicia” es más importante que la unidad interna. Por eso una acusación de corrupción destruye a un candidato de izquierda pero no a uno de derecha.
Este esquema resulta muy útil no solo para entender el escenario actual sino, sobre todo, para planificar estrategias para enfrentarlo y derrotar a la derecha. Cuando Boric dice que “a [José] Kast Mientras más le pegas directamente, más crece”, o cuando se describía de forma similar el ascenso de Trump y Bolsonaro, se está ignorando esta realidad. Los “ataques” de la izquierda, hasta ahora, son las acusaciones que, bajo su esquema moral (justicia, cuidado del otro) son importantes, pero para la mentalidad de derecha son irrelevantes en favor de la reafirmación de su autoridad. Acusar a Bolsonaro de homofóbico o misógino, aunque defectos reales y preocupantes, es un elogio para sus partidarios pues reafirman que están derrotando el ideario de sus oponentes: nosotros.
Una buena estrategia para enfrentar al fascismo contemporáneo será hacer patentes sus propias contradicciones internas, que como todo movimiento fascista, son muchas pues es la reacción irracional ante los cambios que amenazan el statu quo. Verdaderos “golpes” serían exponer, por ejemplo, la contradicción entre nacionalismo y globalización económica; entre “libertad económica” y la ya probada necesidad de intervención estatal en el mercado para mantenerlo a flote; y las que regale la contingencia, como en el caso de José Kast, en su desafío actual de aspirar a ser mayoría (superar el techo histórico de un ~20% de la derecha dura) sin dejar de lado los valores que mantienen unido a su 10% actual: pinochetismo, neoliberalismo y fanatismo religioso.
**Más informción: **
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Jonhathan Haidt (2016) When and Why Nationalism Beats Globalism https://www.the-american-interest.com/2016/07/10/when-and-why-nationalism-beats-globalism/
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Jesse Graham, Jonathan Haidt (2007) When Morality Opposes Justice: Conservatives HaveMoral Intuitions that Liberals may not Recognize http://www-bcf.usc.edu/~jessegra/papers/haidt.graham.2007.when-morality-opposes-justice.pdf
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George Lakoff (2017) Two Questions About Trump and Republicans that Stump Progressives https://georgelakoff.com/2017/07/01/two-questions-about-trump-and-republicans-that-stump-progressives/
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